Internet imparable

El comercio electrónico aumenta año tras año. La posibilidad de hacer negocios entre empresas, comerciantes y consumidores está en pleno auge y es que la rapidez de hacer operaciones de transacción sin moverte del sofá aumenta, mientras que los costos de distribución o venta disminuyen.

Pero esto no queda aquí, la aparición de la firma electrónica -que permite garantizar con seguridad la identidad del firmante y la integridad del texto o mensaje enviados- aumenta la confianza de intercambio de datos por Internet, y optimiza el tiempo de determinadas gestiones con la Administración. Esto supone el fin de muchas esperas evitando las largas “colas”, para una sociedad cada vez más impaciente.

Como todos sabemos, Internet es uno de los grandes culpables de este proceso globalizador.

Permitidme un inciso sobre un tema que luego relacionaremos con Internet: la discriminación de precios.
Se trata de una práctica comercial que implica vender unidades similares de un bien o servicio a diferentes precios. Puede dividirse en tres:

  1. De primer grado: el vendedor de un bien o servicio puede vender cada unidad a cada comprador a precios distintos.
  2. De segundo grado: el vendedor puede discriminar entre las unidades que le vende al mismo comprador pero no puede discriminar directamente entre compradores.
  3. De tercer grado: el vendedor puede discriminar entre compradores o grupos de compradores pero no entre las unidades vendidas a cada comprador.

Estas políticas de discriminación de precios se dan en prácticas monopolísticas y llevarlas a cabo es difícil. Hay que diferenciar la sensibilidad que cada consumidor tiene ante el precio del producto, que puede variar según el comprador, el tiempo o las circunstancias (incluso de un mismo consumidor). En un mercado competitivo, no existe lugar para la discriminación de precios ya que el precio es fijado por el mercado.


En el libro “El economista camuflado” de Tim Hardford, se citan varios ejemplos de discriminación de precios, como por ejemplo las tarjetas descuento que usan los supermercados, que les permiten saber en qué productos estás dispuesto a gastar tu dinero. También hace mención a las estrategias seguidas por Costa Coffee y Starbucks para esta discriminación.

Costa Coffee ofrecía café de Comercio Justo, y aseguraba dar buenos precios a los productores de café en los países pobres a cambio de pagar una prima por ese café. Por supuesto, todo el dinero no iba al productor pobre, sino la gran parte se quedaba en los bolsillos de Costa.
Hardford llega a una conclusión y explica en el libro “Al pedir un capuchino de Comercio Justo, enviabas dos mensajes a Costa. En el primero de ellos, Costa estaba muy poco interesado: creo que el café de Comercio Justo debe ser apoyado.
Sin embargo, se deshacía por escuchar el otro: realmente no me importa pagar un poco más”.

La estrategia que sigue Starbucks, sin embargo, es de ofrecer una gran gama de posibilidades a los clientes y cobrar precios distintos por productos que tienen el mismo coste. “Así Starbucks puede descubrir quiénes son los clientes menos sensibles a los precios”.

Ahora nos podemos preguntar, ¿cómo influye Internet en la discriminación de precios?

Hardford también lo explica en su libro. Utiliza el ejemplo de Amazon: “Los comerciantes de Internet, como es Amazon, pueden identificar a sus clientes mediante la colocación de un dispositivo de rastreo llamado cookie en el ordenador de cada uno de ellos. (…) De esto modo, ofrecía precios diferentes a dos lectores que querían comprar el mismo libro”.

Es decir, Amazon se fijaba en la tendencia mostrada en las demás compras y así fijaba un precio individual para cada comprador.
Hardford concluye que los clientes comenzaron a darse cuenta de que al borrar las cookies se les ofrecían precios distintos y menores. Esto produjo una gran protesta que hizo que Amazon prometiera no hacerlo más.

Pero qué es lo que prometió, ¿no exprimir al consumidor hasta sacarle lo máximo que pueda?

Hace unas semanas salía de nuevo una noticia de Amazon, ésta había presentado una patente, que se le concedió en noviembre de 2007. Esta patente tenía como título: “Generador de planes de envío en función de las compras futuras estimadas”

Lo que viene a querer decir es, que si le sales rentable a Amazon y tienes dinero para gastar y no comprar barato, entonces tu pedido se “colará” entre los demás y tardará menos en llegarte. Aunque esto nos puede parecer una práctica lícita y común, el problema aparece cuando, un día a alguien le apetezca comprar en Amazon y, por no ser cliente habitual, o por comprar en otras páginas, tu pedido se retrase enormemente, porque no le darán prioridad.

¿Y esto no es una forma de discriminación?

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